Mar gruesa. Que viene Rubalcaba

Si las crisis de gobierno tienen algún sentido es porque nunca salen gratuitas para la oposición. Generan expectativa y crean morbo, un espectáculo propicio para la sociedad española que siempre soñó con el karma del chisme. A Rajoy este cambio de gobierno le ha cogido contando los días que le faltan para fumarse el puro de la victoria y recontando los doscientos mil euros del sueldo de la Cospedal y las nuevas entregas de la Gürtel mientras mira tumbado el horizonte del 2012 con la Moncloa al fondo. Del váyase ya, que estamos hartos, es usted una ruina ZP y España se rompe… se ha pasado a “Que viene Rubalcaba”. Y es que Rubalcaba acojona. Ya acojonaba cuando tenía bajo sus órdenes a las Fuerzas de Seguridad, pero ahora de Vicepresidente Primero y hombre fuerte “superacojona”. Y como no quieren dejarlo ni un solo día, la prensa de derechas, nada más investirse con los honores del “elegido” se ha tirado a la yugular con alegría nunca abandonada como si con ello le fuera la misma vida. Y es que se ha transmitido la idea de que Rubalcaba sí puede cambiar la situación. Creo, no obstante, que Rubalcaba no deja de ser un hombre, a pesar de estar investido con el “todopoder” concedido y tampoco se puede olvidar que detrás de él hay un partido con más de ciento treinta años de historia que ha vivido todo tipo de marejadas, fuertes marejadas y marejadillas. La recreación está garantizada con este nuevo protagonismo de Rubalcaba y realmente todo se puede quedar en un bluff porque, a pesar de que lo consideren tigre o león (es de signo Leo) no deja de ser un hombre con ideas. Es verdad que es tan inteligente como osado y trabajador y, con los nuevos poderes, puede hacer algo para la posteridad aunque sea cargarse de nuevo a Rajoy. Todo está por ver que estas cosas nunca se saben y uno ya está un poco harto de grandes hombres. Preferiría que no hubiera tantos millones de parados ni que hubiera tantas colas de mendigos en Cáritas. Lo preferiría como hombre de izquierdas que soy y preferiría también que este país canalla no fuera tan canalla consigo mismo ni tan hipócrita ni tan fariseo y, de vez en cuando, se pusiera de acuerdo en hacer algo común. Cuando lo hizo en el pasado pudimos conseguir mirarnos al espejo con respeto.
Es verdad que la solución siempre la tienen los hombres y nunca los héroes, ni siquiera las recetas que planea la derecha, tan ocultas que el día que las diga nos vamos a echar a llorar por muchos años. Usted y yo, querida lectora o lector, somos jóvenes. Ya me lo dirá. Tiempo habrá de comprobarlo. Mientras tanto, recreémonos en este Ruedo Ibérico con este Mihura que nos han echado a la arena.

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