Diario de un español en
crisis
LA
SEMANA DE SUSANA
FRANCISCO
MORALES LOMAS
Susana quiere coger al
fin las riendas del rucio cojitranco del partido y ha asomado su rostro campechano
por las cadenas televisivas esta semana. Con el carmín de guerra, como los
antiguos sioux, ha germinado dicharachera en los platos de opinión pública
negando una y otra vez como San Pedro, pero sus negaciones son claras
afirmaciones. El ciudadano ya está maduro en teatrillos, jácaras, chanzas y
pasos de su compatriota el sevillano Lope de Rueda.
El maquillaje del rostro la delataba también
en la tramoya sevillana con Felipe González de maestro de ceremonias. Aquel que
no ha mucho dio el pistoletazo de salida para degollar al humillado Sánchez, el
hombre sin pescuezo: “Sánchez me ha engañado”, dijo. Era el santo y seña para
lanzar el ataque, el día D, la conjura de la discordia y el desacato.
Una vez que a Sánchez
lo han puesto en remojo o en el congelador del tiempo y han diezmado sus
huestes en la segunda fila del congreso se impone que los meses lo bajen del
coche, ese coche ignoto con el que todavía no ha salido de Vallecas.
Susana, la poderosa
Susana, ordenó el sanedrín, envió a galeras a los díscolos y ha venido a Madrid
a decir que ella está viva y coleando. Con el empuje que tuvo siempre desde los
dieciocho años. Que eso de la fontanería es lo que se le ha dado siempre bien a
su familia y la fontanería ha sido el quehacer durante muchos años. Una vez arreglada
la avería Sánchez y el tapón de los sediciosos, la corriente de agua va ya
conducida por su litoral.
Susana quiere tomar las
riendas de ese rucio cojitranco que solo posee el alimento de la desolación. Un
jumento enteco al borde de la agonía. Un pollino que necesitará muchos años
para salir del coma inducido en el que ha entrado. Mucho ha de cambiar el mundo
para que el mundo cambie. Y el mundo le ha dado la espalda.
Susana ha mirado al
frente. Piensa que Sánchez no le dura un asalto. Todo está preparándose para
que sea así. Es una cuestión de fontanería. No le faltan apoyos de varonías y
público, y ella maneja las plazas con soltura como Villalobos el Candy Crash.
Tiembla Rajoy, tiembla
Iglesias, Susana ha llegado a Madrid a los platós, donde dicen, como Trump, se
ganan las elecciones.
Y Susana quiere
ignorar a Pablo, pero no percibe que el único que podrá darle la victoria es el
coletas.