MAR GRUESA
LOS ERE ANDALUCES
F. MORALES LOMAS
España es así, un país donde el espectáculo rige la vida pública. Si no
hay espectáculo no estamos satisfechos. Pero, además, el espectáculo hay que
darlo a lo grande, con todo lujo de cofradías y monipodios.
Después de una temporada lejos del mundanal ruido, como una anacoreta
presa de la enfermedad, la juez de los ERE andaluces ha llegado con la
guillotina en ristre. Hasta veinticuatro horas seguidas ha estado interrogando
a los presuntos amos y señores de la Cosa Nostra, llegando a la extenuación
para descubrir qué y quién se oculta detrás de esa tropa de nocturnas aves que
han evaporado la hacienda andaluza.
Al parecer no eran dos o tres (el exdirector general y el sindicalista, y
alguien más que pasaba por allí) sino que había mucha gente, demasiada gente
haciendo cuentas, incluida la gente de cuello blanco, que son esos que parecen
no haber roto nunca un plato. Y es que al trinque, como ante la guadaña de la
muerte, como decían los cancioneros medievales, todos se apuntan:
sindicalistas, directores generales y empresarios. A todos les gusta más unos
cientos de miles de euros que a un tonto el festival de Eurovisión. Algunos de
ellos incluso aman mucho la cocaína y las pilinguis, que tanto estrés demanda
cierto relax de vez en cuando.
La oposición del PP, presa de un cierto furor uterino, se ha tirado a la
yugular de Griñán y ha dicho que son mil millones los defraudados (y no lo de
Bárcenas, calderilla) y le han pedido que presente su dimisión por culpa in vigilando, mientras no saben
nada de su extesorero, que debe de estar esquiando en Baqueira Beret.
El PSOE dice que fue él quien denunció la situación e Izquierda Unida
mira si las aguas piden adelanto de elecciones, que este Mihura viene con muy
mala leche desde los toriles. Ante el órdago, el líder andaluz ha dicho que
está dispuesto a que se abran todas las comisiones de investigación que se
quiera incluida la de Bárcenas.
Mientras tanto la sociedad española contempla el espectáculo de los
ventiladores puestos a funcionar y nos maravillamos de la alegría con que el
exdirector general ingresa en el penal como si fuera a ver al Cautivo de
Málaga, lunes santo.
Jueces y juezas acabarán con nuestros terrores de ciudadanos estupefactos
y doloridos, que han sido esquilmados en absolutamente todo, dictando sentencia
y quitando el apellido de presunto a los implicados, pero mientras tanto la
sociedad española se habrá sumido una vez más en la podredumbre y el hedor, esa
vieja historia que renace.