MAR GRUESA
POBREZA INFANTIL
F. MORALES LOMAS
España es el segundo país de Europa en pobreza infantil.
Todavía nos queda la ilusión de poder competir por el primer puesto que
tiene Rumanía, y a fe mía que con un poco de esfuerzo (todo se andará) llegaremos
a ser los primeros, que siempre nos gustó ir de gallitos por la vida.
Los informes estadísticos son como cuchillas que penetran en la mente del
ciudadano y lo dejan sin argumentos. El Nobel alemán Günter Grass decía que, en
estadística, lo que desaparece detrás de los números es la muerte. Bien lo
sabía él y su paisano Adolf, aquel de las cámaras de gas. La muerte siempre
anda rondando detrás de los números como una aliada.
Estas estadísticas que tanta acidez producirán a nuestro presidente,
aunque ya saben que nuestro presidente es un hombre tranquilo que fuma puros
para relajarse, no llegan desde peligrosos bolcheviques sino que nacen de un
informe de Cáritas Europa, esa organización que tanto defiende los derechos
humanos.
Dice el informe que las medidas de austeridad han fallado a la hora de
solucionar los problemas y generar crecimiento. No solo no han fallado sino que
los que antes andaban holgados con el champán francés y los bogavantes tienen
la cuenta corriente con más ceros a la derecha, que son los ceros que dan
pedigrí. Los pobres nunca lo han tenido: vienen en serie; por eso sus ceros
están en la izquierda, esos ceros baldíos.
Siguiendo con esa estadística que tan mala pipa tiene, se dice que España
ha aumentado en nueve puntos sobre la media de la Unión Europea en pobreza. Y
es que en España los pobres siempre se han encontrado a gusto. Hay más pobres
que ladillas en un lenocinio. Basta que se dé un paseo por algunos contenedores
una noche de estas, los verá hurgar en las basuras como dejados llevar por un
afán recaudatorio, promiscuo y de gula, acaso de apetito insano.
Los pobres no tienen arreglo, pero un niño pobre sí que sí. Un niño pobre
es una desgracia. ¿Qué hacemos con un niño pobre, señor Rajoy?
¡Ah, los niños, siempre dando la murga! Ahora que las estadísticas
comenzaban a salirle al señor presidente, llegan estos jodidos niños a
amargarle la primavera, la prima de riesgo y las elecciones de mayo.
“¡Amado sea el niño, que cae y aún llora y el
hombre que ha caído y ya no llora!”, decía el amado César Vallejo.