MAR GRUESA
15 MUERTOS
F. MORALES LOMAS
La frontera se ha puesto muy cara. La vida ya no vale absolutamente nada,
como dijo Pablo Milanés: “La vida no vale nada/si escucho un grito mortal/ y no
es capaz de tocar/ mi corazón que se apaga”.
Si el pueblo español permanece impasible ante estas muertes de personas
que tratan de salir de la miseria y justifica una sola de ellas es que tiene un
grave problema ético y moral. Yo lo llamaría enfermedad del espíritu,
enfermedad de humanidad, de solidaridad con los más débiles, enfermedad de
importarle un higo el cumplimiento de los derechos humanos.
La observancia de la ley no justifica ni una sola muerte y cuanto antes
aclare la justicia lo sucedido podrá el gobierno respirar. En estos momentos
solo jadea.
Estos jóvenes muertos tenían una identidad, una vida por delante, y
familiares que los querían y preguntan por ellos, como el camerunés Larios, en
cuyo muro de facebook un familiar pide desesperadamente una foto de su cadáver;
o Yves Martín, también camerunés, que soñaba con
llegar a Europa, o Joseph Blaise, siempre sonriendo; o Armand, con tan solo 16 años… Son quince
historias de muertos que deben estar vivos en nuestra conciencia.
Mientras tanto, los partidos juegan a hacer política con los muertos y a
desgastarse ante las próximas elecciones: unos acusan a otros de represión y
otros a los unos de hipocresía, y de que en el pasado ellos hicieron lo mismo.
El tú más y el yo mejor. El gobierno defiende la actuación de la Guardia Civil
cuando esta solo obedece las órdenes que llegan desde el Ministerio del
Interior. ¿Alguien se cree que un guardia civil toma la iniciativa de disparar
con pelotas de goma por sí mismo? Tenemos políticos que reducen su trabajo al
sarcasmo y postulan tesis que nos llevan a este caos de muerte.
La miseria es perseguida con pelotas de goma y el mar engulle todo lo que
en él cae con el frenesí de llevar la tragedia al absurdo.
De aquellos polvos son estos lodos: la esquilmadora política imperialista
impuesta en el siglo XIX por Francia, Inglaterra y los países europeos dejó a
los pueblos africanos en el absoluto caos y miseria. Sus ciudadanos hoy buscan
en las metrópolis de antaño resarcirse de esta, pero la respuesta de Europa es
“leña al mono” o, como propone el ínclito presidente Imbroda, poner azafatas en
la frontera como comité de recibimiento si la Guardia Civil no puede actuar. El
silencio sería lo único que haría inteligente a un político.