Este año 2010 nuestros políticos han decidido tener buenos propósitos: dejarán las diferencias irreconciliables a un lado y remarán todos en una misma dirección para sacar al país de la crisis. Mariano ha decidido exponer medidas concretas, con pactos reales y serios que favorezcan la senda del crecimiento de la economía española. No dirá más que el presidente del gobierno es un mentiroso ni lo insultará en público diciéndole que es un bobo solemne. Como medida ética impedirá que en su partido se compre nadie un traje y, desde ahora, todos irán con jerséis a lo cuello de pato.
Por su parte, Zapatero dirá que la crisis existe (¡Vaya si existe! Y reconocerá lo que ha hecho mal hasta ahora) y que la oposición es la mejor del mundo, responsable, concienzuda y progresista (patriotas de hojalata no). Invitará a Mariano todos los días a la Moncloa a comer y ambos serán más amigos que marranos. Las diferencias ideológicas, que no son tantas, se quedarán para mejor ocasión.
También los empresarios darán ejemplo y se bajarán el sueldo y reconocerán que se han dado cuenta al fin de que el despido libre es pan para hoy y hambre para mañana y que, en realidad, siempre han apostado por el pleno empleo y los contratos fijos por tiempo indefinido. Las centrales sindicales no convocarán (si es que alguna vez convocaron) huelgas de ningún tipo porque las huelgas sólo conducen a la melancolía y sus liberados se dedicarán a hacer cosas notables. Pedro J. dejará ya de una vez la kangoo y el 11M y el caso Faisán, esa historia de los etarras para cargarse a un ministro. Desde ahora Pedro J. se dedicará a criticar cosas serias y, como es demócrata, a las tertulias de su televisión invitará a mitad y mitad y no cuarto y mitad. El periódico progresista dejará de apoyar al gobierno le dé o no privilegios televisivos y olvidará que es una empresa que también gana o pierde dinero. La Iglesia, a partir de ahora, se ha propuesto comprender a los seres humanos y luchar por erradicar la miseria, la pobreza y la desigualdad; y los periodistas vendidos a sus grupos respectivos, ya no pensarán en el sueldo y criticarán lo que en conciencia crean. ¡Qué felices vamos a ser con esta sociedad libre, democrática y sensata!
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