MAR GRUESA
LA NUEVA IMAGEN DEL PSOE
F. MORALES LOMAS
Vivimos en una sociedad ganada a la imagen. Los productos se venden por
los ojos. La telegenia, el hábito, los estereotipos… hacen al monje.
Iluminados por ese mundo en el que el
sentido de la vista ha ganado definitivamente, percibimos que Hume ha
sobrepasado la línea razonable de Descartes.
Lejos de comenzar la casa por los cimientos, el PSOE la ha querido
emprender por el tejado. Se han dejado conquistar por ese mal du siécle
que es el icono y tratan de proyectar a la sociedad que si el semblante de las
personas cambia, puede cambiar la imagen de las cosas y su esencia. Pero todo
el mundo sabe que no es así, aunque haya muchos que crean realmente en el poder
transformador de los rostros. Unas facciones con gafas y otras con telegenia no
auguran cambios importantes pero algunos creen en ellos.
También los medios de comunicación juegan al morbo de las formas, los
formulismos y las puestas en escena. Llevo muchas horas de televisión y de
lectura de entrevistas a los candidatos del PSOE a la secretaría general y
pocas veces las preguntas van dirigidas a la esencia de las cosas. A lo peor es
porque en el fondo esos periodistas piensan que no van a cambiar mucho y da
igual uno u otro.
Este descreimiento trae como consecuencia que sean determinantes la
seducción del icono, el juego de la puesta en escena, el dije esto pero quería
decir lo otro, las pequeñas disputas entre candidatos, los navajeos, los juegos
de tronos… en que se ha convertido la política española, después del triunfo de
Podemos.
El batacazo del PSOE en las últimas elecciones ha generado una dinámica
que solo el tiempo dirá si fue acertada aunque la música nos suena antigua. Si
con el cambio en la secretaría general se piensa que va a evolucionar la
percepción que tiene la sociedad del PSOE están muy equivocados. Puede que se
convenzan algunos, pero desde luego la sociedad en su conjunto va por otros
derroteros.
Se deberían haber puesto de acuerdo en un programa de mínimos que fuera
una respuesta contundente a los problemas de los ciudadanos antes que entrar en una dinámica de estatuas
y efigies, que más parece un culto a la personalidad. ¿Quién se ha equivocado?
¿Quién tenía que haber tomado esa iniciativa de las ideas en lugar de la de elegir
un candidato a la secretaría general?
Está claro que siempre fue así. En la política española siempre fue así:
primero el rostro, luego las ideas. Nunca ha sido al contrario y así nos ha
ido. Mientras no cambie esta dinámica pocos serán los resultados.
No obstante, esperemos que una vez dirimida la imagen, se sepa ofrecer a
la sociedad una alternativa que pase por devolver a los ciudadanos su poder de
decisión y conseguir que la esperanza vuelva a una sociedad diezmada, harta de
corrupción, de ideas que se pierden en el sumidero y de voceros que hablan de
humo.
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