
MAR GRUESA
AQUÍ NO PAGA NADIE
F. MORALES LOMAS
En la obra de Darío Fo dos amas de casa en apuros desvalijan un
supermercado. En España actual los causantes del mayor atentado ecologista de
la historia desvalijan al ciudadano sin recato alguno.
Ajeno al runrún de los autos y las sentencias, y ese arrojo de lo
leguleyo, el ciudadano asiste estupefacto ante este espectáculo desazonador al
contemplar cómo aquellos que se consideraban responsables se van de rositas.
¿Qué ha sucedido para que esa sentencia niegue la mayor y evite condenas
salvo la ridícula del capitán por desobediencia? ¿Después de enviar al mar
77.000 toneladas de chapapote nadie es responsable?
Se dice que no existe responsabilidad penal por la “indefinición de las
causas de lo acontecido”. Y, aún afirmando que la marea negra causó ingentes
daños y perjuicios al país hay una imposibilidad real de condenar a estos
ciudadanos. Y ya se sabe que, muerto el perro, se acabó la rabia. Esto es lo
que afecta a las responsabilidades penales. En cuanto a las responsabilidades
políticas no existieron nunca. Aquí no dimite nadie, ni con lejía. Ni da la
cara ni se hace responsable de una decisión: fueron unos hilillos de plastilina
que simpáticamente brotaban de las entrañas del mar.
Hasta ahora usted y yo, que nos considerábamos ciudadanos normales, vamos
a tener que empezar a sospechar que no lo somos. Y, en realidad, pertenecemos a
una subespecie de primates que andan por las copas de los árboles creyendo en
la humanidad y en las estrellas.
Pero si la sentencia del Prestige
nos deja coagulados, ¿cómo nos deja la excarcelación de presos etarras con
cientos de años de condena o la de los violadores que van a pasar a la acción
en unos días?, ¿cómo nos deja el cuerpo la decisión del fiscal de oponerse a la
imputación de la infanta Cristina cuando esta ni siquiera se ha producido? Caso
único en los procedimientos judiciales: que el fiscal se adelante al juez en
una decisión procedimental que no le correspondía todavía.
Son muchos casos para que los políticos, esos artistas que deben
solucionar en el legislativo los problemas de los ciudadanos, permanezcan
ajenos a lo sucedido. Hay una estrategia larvada de la inacción (laissez faire,
laissez passer) que lleva a pensar al ciudadano que estamos ante la incompetencia
absoluta y nos acercamos a un peligroso alejamiento de las instituciones.
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