MAR GRUESA
BLÁZQUEZ Y LOS FRANCISCOS
F. MORALES LOMAS
El nuevo pastor o pescador se llama Blázquez, y ha venido para germinar
el pastoreo o la pesca.
La pesca anda mal, acaso en una parada biológica de siglos. Ya se sabe
que en las iglesias solo hay ancianas y algún mocito desorientado. Mal andan
las lozanas ovejas, descarriadas por esas Alemanias y esas Noruegas tan
dominadoras, buscando trabajo.
El arzobispo Blázquez tiene tela que cortar. No es nuevo en plaza. Ya
estuvo tres años de pastor-jefe aunque al cabo Rouco (el cardenal derrotado
inicialmente) le ganara la partida a la siguiente. Sabe, pues, de qué va la
curia y los curiales, hacer trajes y envainársela (a ZP le hizo unos cuantos y
consiguió para la iglesia un 37% de aumento en la financiación y todo con el
parlamento a dos velas).
Sabe de qué va el oficio de pastor o de pescador, que tanto monta, este
cura tranquilo, de padres agricultores, que tiene el mérito de parecerse a sí
mismo, aunque algunos hicieran del insulto liberalidad llamándolo “loro viejo
que no aprende a hablar”, cuando se hizo cargo de Bilbao, ya saben, cosas de
gente del norte, tan tribales a veces.
Y es que la indolencia no se estila por esas tierras cuando de nuevo lo
tildaron el “tal” Blázquez. Pero desde luego el insulto más carnicero llegó
desde la derecha extrema cuando, a partir de una pastoral, afirmaron que había
sido condescendiente con los etarras. Y es que hay ovejas (algunas de las que
van a misa diaria) que no se la pillan con papel de fumar e insultan con alegría.
Como luego van y se confiesan creen que tienen derecho al escarnio.
El “tal” Blázquez debe usar mucha lejía y mucho scotch brite si quiere
lavar la imagen de antaño (de hace unos días vamos) y acercarse al pueblo,
porque no está el horno para muchos bollos y el laicismo anda a sus anchas por
esos campos de Dios.
Y no es para menos, los intentos de imponer una fe son siempre motivo
para el desasosiego.
Este pastor educado, al que adoran los kikos, y del que dicen sus
admiradores que es resistente, austero, sencillo, tranquilo y cercano, porque
te saluda por tu nombre (faltaría más), tiene ante sí la tarea de evitar que la
iglesia siga mirando hacia una parte de la sociedad.
No sé si el arzobispo Blázquez se va a dedicar, como su jefe, al lavado de
los pies de doce presos y a besar por doquier a infantes. No sé si el arzobispo
Blázquez está dotado de ese efecto placebo que se pretende desde altas
instancias o activará el criticismo que tantos nervios provoca. No sé si el
arzobispo Blázquez va a conseguir finalmente que gente como Miguel de Unamuno
acabe creyendo.
Desde luego que le queda mucho camino que andar, mucha oveja que
reconducir y mucho salmón ahumado que pescar y, desde luego, mucho San Manuel
Bueno mártir que seducir.
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