ANÁLISIS DE LA POLÍTICA ACTUAL

Sólo la crítica y la profundidad en el análisis de nuestro mundo nos devolverá el sentido último de la realidad y de nuestra existencia

viernes, 21 de febrero de 2014



MAR GRUESA


15 MUERTOS


F. MORALES LOMAS


La frontera se ha puesto muy cara. La vida ya no vale absolutamente nada, como dijo Pablo Milanés: “La vida no vale nada/si escucho un grito mortal/ y no es capaz de tocar/ mi corazón que se apaga”.
Si el pueblo español permanece impasible ante estas muertes de personas que tratan de salir de la miseria y justifica una sola de ellas es que tiene un grave problema ético y moral. Yo lo llamaría enfermedad del espíritu, enfermedad de humanidad, de solidaridad con los más débiles, enfermedad de importarle un higo el cumplimiento de los derechos humanos.
La observancia de la ley no justifica ni una sola muerte y cuanto antes aclare la justicia lo sucedido podrá el gobierno respirar. En estos momentos solo jadea.
Estos jóvenes muertos tenían una identidad, una vida por delante, y familiares que los querían y preguntan por ellos, como el camerunés Larios, en cuyo muro de facebook un familiar pide desesperadamente una foto de su cadáver; o Yves Martín, también camerunés, que soñaba con llegar a Europa, o Joseph Blaise, siempre sonriendo;  o Armand, con tan solo 16 años… Son quince historias de muertos que deben estar vivos en nuestra conciencia.
Mientras tanto, los partidos juegan a hacer política con los muertos y a desgastarse ante las próximas elecciones: unos acusan a otros de represión y otros a los unos de hipocresía, y de que en el pasado ellos hicieron lo mismo. El tú más y el yo mejor. El gobierno defiende la actuación de la Guardia Civil cuando esta solo obedece las órdenes que llegan desde el Ministerio del Interior. ¿Alguien se cree que un guardia civil toma la iniciativa de disparar con pelotas de goma por sí mismo? Tenemos políticos que reducen su trabajo al sarcasmo y postulan tesis que nos llevan a este caos de muerte.
La miseria es perseguida con pelotas de goma y el mar engulle todo lo que en él cae con el frenesí de llevar la tragedia al absurdo.
De aquellos polvos son estos lodos: la esquilmadora política imperialista impuesta en el siglo XIX por Francia, Inglaterra y los países europeos dejó a los pueblos africanos en el absoluto caos y miseria. Sus ciudadanos hoy buscan en las metrópolis de antaño resarcirse de esta, pero la respuesta de Europa es “leña al mono” o, como propone el ínclito presidente Imbroda, poner azafatas en la frontera como comité de recibimiento si la Guardia Civil no puede actuar. El silencio sería lo único que haría inteligente a un político.



viernes, 14 de febrero de 2014


MAR GRUESA


¡AY… GALLARDÓN!


F. MORALES LOMAS


Al final se le vio el plumero a Gallardón. Ni el Frente Nacional Francés de Le Pen acepta la ley del aborto del exalcalde madrileño. Su dirigente ha dicho que en Francia no sería aceptable esta ley que Gallardón defiende con tanto ahínco.
Ya me lo advirtieron hace años. Un día el periodista suicida y amigo Juan Manuel González me lo confesaba frente a la catedral de Málaga: no conoces a Gallardón. Este señor está a la derecha del padre. Y lo está. No me cabe la menor duda. Su reforma ha encendido el hacha de guerra de las mujeres de este país por el repliegue obsceno a los postulados de la curia y por retroceder en derechos a la época franquista de las catacumbas.
¿Habrá que ir de nuevo a Londres o a Portugal a abortar, señor Gallardón? En aquella época solo las hijas de papá lo hacían porque las demás recurrían a parteras o  matarifes cercanos a riesgo de sus vidas.
Gallardón se postula como el gran defensor de la vida y para ello sigue a toda esa iglesia que lo eleva a los altares como el nuevo defensor del nasciturus, el nuevo adalid de la humanidad.
Un iglesia que, como todas, tienen a su dios en exclusiva y en el pasado no le importó masacrar a los “supuestos infieles” en nombre de la cruz, una iglesia que aupó al poder absoluto porque estaba imbuida de la divinidad, que quemó en la hoguera a los que tenían ideas diferentes, que se adueñó de todo el patrimonio y poder que pudo y mantuvo durante siglos a una casta putrefacta que ha mantenido los privilegios de una clase durante siglos.
Esa iglesia que apoyó un golpe militar y convirtió al nacional-catolicismo en adalid del nuevo estado totalitario. Esta iglesia que siempre está presente, que siempre quiere estar presente en los momentos históricos, aúpa ahora a Gallardón, ¡ay… Gallárdón!, y su ley-trampa.
Ley-trampa porque dice que con ella defiende la vida, pero nada dice de su imposición del dolor y sufrimiento. Señor Gallardón, usted no defiende la vida, usted defiende una entelequia, y, sobre todo, defiende el dolor y el sufrimiento de miles de mujeres a las que condena con su ley-trampa.
Suerte que no toda esa iglesia antañona es la única que existe. Siempre valoré ese trabajo humanitario por los demás de miles de monjas, frailes y curas que en sus parroquias defienden los derechos fundamentales, defienden la vida, defienden la capacidad crítica de las personas y la necesidad de vivir en un mundo donde el sufrimiento no sea el único emblema que nos cubra. Ellos son los únicos que se salvan de esa iglesia.



viernes, 7 de febrero de 2014





MAR GRUESA


EL INTELECTUAL DORMIDO


F. MORALES LOMAS


Tras mucho avanzar hemos llegado a ninguna parte. En una época sombría para el arraigo de los derechos humanos se ha producido una involución en todos los órdenes de la vida. No se trata de un ciclo económico perverso sino de una caída en principios y valores que parecían haberse consolidado.
No es solo España, hay muchas personas que viven sometidas al imperio de un capitalismo salvaje que se adueña de la esencia social. Es una época de esbirros que se esconden bajo el paraguas de Wall Street, en las primas de riesgo y en la soledad de un despacho donde sus números son vidas que se pierden y se expulsan arrojadas tristemente al estercolero de la historia. Se agrandan las diferencias sociales y económicas y un espíritu antiguo con olor a alcanfor e incienso se va adueñando de una sociedad corrompida y mortecina.  Hay un aliento depredador de individualismo libérrimo que pugna por el concepto de ganancia a toda costa sin importarle un bledo que detrás de cada cifra hay un ser humano desahuciado que sufre y padece condiciones de vida miserables. Los medios de comunicación, que deberían ser voceros de esta sociedad adocenada, están en manos de unos cuantos que miran por sus intereses crematísticos y se alían con los que siempre lo hicieron. La democracia ha sido secuestrada por el olor a billete verde y a euro con piel de esclavo. Estos tiempos han traído una nueva forma de esclavitud que nos retrotrae a formaciones históricas fenecidas.
Ante este espectáculo atroz se necesitan guías, mentores, consejeros… referentes intelectuales que iluminen el mundo con su capacidad de observación, con su expresa sensibilidad. Pero el intelectual de hoy está dormido. ¿Dónde están los Antonio Machado, los Pérez de Ayala, los Pío Baroja de antaño? ¿Dónde está Miguel Hernández? ¿Dónde Camus o dónde Saramago o dónde José Luis Sampedro? ¿Dónde el compromiso del intelectual contemporáneo?
Si en otra época, ajenos a las elites y su tendencia tautológica al ser en sí, estos intelectuales encendieron una antorcha, hoy el intelectual comprometido, el intelectual crítico, el intelectual que toma la ética como un referente del ser en sí ha muerto. Se necesita una nueva revolución del pensamiento que incida en los valores de la humanidad. El pintor, el escritor, el artista, el actor… deberían tomar las riendas de esta idea y reventar este silencio que tanto daño hace. Siempre ha estado la palabra y el arte al comienzo de toda revolución, lo estuvo con la Enciclopedia y lo estuvo con Engels, Marx, Fourier o Proudhon. Primero están las ideas y luego vienen todos los demás.
Hoy los intelectuales están dormidos o acaso viven contemplándose las pelusillas de sus ombligos de hombres individuales y diferentes. No podemos engolfarnos solitarios, sin rumbo, como buques perdidos, esperando que las necias olas nos desguacen. Estas son aguas que a todos nos dan vida y por ello reclamamos la universalidad del compromiso.