Los
trabajos y los días
CARTA
A PABLO IGLESIAS
F. MORALES LOMAS
Señor Pablo Iglesias:
supongo que se halla muy gozoso después de que en una semana ha matado dos
pájaros de un tiro: ha logrado pasar de líder a dios democráticamente elegido, adalid y guía, desde el asamblearismo
anárquico inicial y el silencio de sus díscolos opositores, desbancando además a
la casta y colocándose como primera fuerza política en intención directa de
voto.
Ha hecho confluir en
su Podemos y en usted mismo la cólera, la ira y la indignación de las clases
medias y populares. Esas que están pagando con sus impuestos el salvavidas
bancario y la deuda. Pero debe usted saber que todavía la casta está ahí. Usted
representa a una cuarta parte de los ciudadanos, sin embargo, hay tres cuartas partes que no lo quieren a
usted ni en pintura.
Sí ha alcanzado realmente
algo muy importante: canalizar el voto de cabreo y hacer que este, en lugar de
estar en las plazas y en las calles perdido en la mera protesta, se convierta
en alternativa política, se organice y participe en las instituciones
democráticamente. Usted ha conseguido el triunfo de la democracia y que de
nuevo haya muchos ciudadanos que vuelvan a creer en esta como el mejor sistema
posible. Es evidente que sus enemigos no se lo van a reconocer nunca porque le
tienen miedo y piensan continuamente en Venezuela cuando lo ven.
Debe saber usted,
señor Iglesias, que el camino es arduo y lleno de trampas. Ustedes ahora mismo
son jóvenes con afanes y esperanzas. Algo desesperadamente positivo en una
sociedad, porque sin esta los pueblos fenecen, pero no caigan en la pureza.
Ustedes están en la valla del poder colgados y tienen concertinas barbadas por
todas partes. Sus enemigos van a colocar bombas-lapa en su camino, tendrá
traiciones y desventuras… Sus enemigos no van a cejar hasta que no vean a los
primeros corruptos de Podemos haciendo el paseíllo a los calabozos. Ustedes
están vírgenes y la virginidad es un valor para la santidad, pero deben saber
que de dineros, amistad y santidad, la mitad de la mitad. Y que el mundo se
está quedando sin genios: Einstein se murió, Beethoven se quedó sordo, y a mí
me duele la cabeza.
Usted, señor Iglesias,
no tendrá más remedio que pactar con la casta. Esa casta que ahora es casta y
luego no sabemos qué será cuando pacte con ella.
Usted, señor Iglesias,
recibirá quizá el mandato de dirigir este país, un país antiguo, con su
historia ostentosa, sus desaguisados, sus grandes logros, sus sangres
derramadas y una mala leche a prueba de balas.
Todo esto somos, señor
Iglesias, pero le agradecemos que haya removido esta miasma, esta cloaca, y de
nuevo haya introducido el pensamiento en una sociedad muerta.
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