MAR GRUESA
EL INTELECTUAL DORMIDO
F. MORALES LOMAS
Tras mucho avanzar hemos llegado a ninguna parte. En una época sombría
para el arraigo de los derechos humanos se ha producido una involución en todos
los órdenes de la vida. No se trata de un ciclo económico perverso sino de una
caída en principios y valores que parecían haberse consolidado.
No es solo España, hay muchas personas que viven sometidas al imperio de
un capitalismo salvaje que se adueña de la esencia social. Es una época de
esbirros que se esconden bajo el paraguas de Wall Street, en las primas de
riesgo y en la soledad de un despacho donde sus números son vidas que se
pierden y se expulsan arrojadas tristemente al estercolero de la historia. Se
agrandan las diferencias sociales y económicas y un espíritu antiguo con olor a
alcanfor e incienso se va adueñando de una sociedad corrompida y
mortecina. Hay un aliento depredador de
individualismo libérrimo que pugna por el concepto de ganancia a toda costa sin
importarle un bledo que detrás de cada cifra hay un ser humano desahuciado que
sufre y padece condiciones de vida miserables. Los medios de comunicación, que
deberían ser voceros de esta sociedad adocenada, están en manos de unos cuantos
que miran por sus intereses crematísticos y se alían con los que siempre lo
hicieron. La democracia ha sido secuestrada por el olor a billete verde y a
euro con piel de esclavo. Estos tiempos han traído una nueva forma de
esclavitud que nos retrotrae a formaciones históricas fenecidas.
Ante este espectáculo atroz se necesitan guías, mentores, consejeros…
referentes intelectuales que iluminen el mundo con su capacidad de observación,
con su expresa sensibilidad. Pero el intelectual de hoy está dormido. ¿Dónde
están los Antonio Machado, los Pérez de Ayala, los Pío Baroja de antaño? ¿Dónde
está Miguel Hernández? ¿Dónde Camus o dónde Saramago o dónde José Luis
Sampedro? ¿Dónde el compromiso del intelectual contemporáneo?
Si en otra época, ajenos a las elites y su tendencia tautológica al ser
en sí, estos intelectuales encendieron una antorcha, hoy el intelectual
comprometido, el intelectual crítico, el intelectual que toma la ética como un
referente del ser en sí ha muerto. Se necesita una nueva revolución del
pensamiento que incida en los valores de la humanidad. El pintor, el escritor,
el artista, el actor… deberían tomar las riendas de esta idea y reventar este
silencio que tanto daño hace. Siempre ha estado la palabra y el arte al
comienzo de toda revolución, lo estuvo con la Enciclopedia y lo estuvo con Engels,
Marx, Fourier o Proudhon. Primero están las ideas y luego vienen todos los
demás.
Hoy los intelectuales están dormidos o acaso viven contemplándose las
pelusillas de sus ombligos de hombres individuales y diferentes. No podemos engolfarnos solitarios, sin rumbo, como
buques perdidos, esperando que las necias olas nos desguacen. Estas son aguas
que a todos nos dan vida y por ello reclamamos la universalidad del compromiso.
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